LA LEYENDA DE CANTUÑA

Cuenta la leyenda que, para terminar el atrio de la iglesia de San Francisco, en el Centro Histórico de Quito, el indio Francisco Cantuña hizo un pacto con el diablo entregándole su alma a cambio de ayuda. Ahora cuatro siglos y medio después, muchos hombres, mujeres y niños repasan esta historia para conocer más sobre nuestras tradiciones y el legado cultural de la época colonial.

En la época colonial un indio llamado Francisco Cantuña, impulsado por las ansias de oro y grandeza, fue contratado por los Frailes Franciscanos para la construcción del Atrio del Convento Máximo de San Francisco de Quito.

El indígena comenzó la construcción del atrio pero lamentablemente el tiempo que disponía era muy corto. Pasaron los días y la construcción aún faltaba de terminar, por lo que Cantuña poco a poco empezó a desesperarse.




Llegó el momento en que faltaba tan sólo un día para la entrega de la obra, y el atrio aún no estaba culminado. Al verse impotente ante la falta del compromiso adquirido, Cantuña cayó en desesperación y la aflicción se apoderó de él. En esos precisos momentos, se apareció ante el asustado indígena, subiendo desde las sombras más oscuras de las tinieblas, "Lucifer", el amo y señor del infierno.

El miedo y la desesperación se apoderaron de Cantuña al ver la imagen de tan temible ser, el cual con voz profunda y ronca exclamó:

- ¡CANTUÑA! ¡Aquí́ estoy para ayudarte! Conozco tu angustia. Te ayudaré a construir el atrio incompleto antes que aparezca el nuevo día. ¡A cambio, me pagarás con tu alma!

Ante tal propuesta y producto de la desesperación y el miedo, Cantuña aceptó el trato, solamente pidió una condición, que sean colocadas absolutamente todas las piedras. El Demonio aceptó, le pareció una condición absurda y simple de cumplir.

Inmediatamente los "Diablillos" a órdenes de Lucifer empezaron a construir el Atrio de San Francisco y en pocas horas fueron dando forma a la monumental obra arquitectónica. Efectivamente, al pasar las horas, el Gran Atrio estaba culminado. Tal como lo ofreciera Lucifer, la obra se culminó́ antes de la media noche, fue entonces el momento indicado para cobrar el alto precio por la construcción, el "alma de Cantuña". Sin embargo, pasó algo inesperado..., el Demonio al momento de prestarse a llevarse el alma del indio, éste lo detuvo con una timorata actitud.

-¡Un momento! ¡Un momento! -dijo Cantuña.
- ¡El trato ha sido incumplido! Me ofreciste colocar hasta la última piedra de la construcción y no fue así. Falta una piedra. ¡El trato ha sido incumplido!

En aquel momento Cantuña sacó, debajo de su poncho, una roca que la había escondido muy sigilosamente antes de que los demonios comenzaran su obra. Lucifer, atónito, vio en instantes como un simple mortal le había engañado de la manera más simple. Cantuña salvó de esta forma su alma, y el Demonio sintiéndose burlado, se refugió́ en los infiernos sin su paga, no sin antes insultar y maldecir al indígena Cantuña por el agravio.
De este modo, el gran Atrio que se levanta solemne en el pretil del Convento Máximo de San Francisco de Quito, fue construido manteniéndose infranqueable ante los avatares del tiempo y de la gente para ser orgullo perpetuo de todos los quiteños y ecuatorianos.


La verdad tras la leyenda:

Según el libro "Quito tradiciones de Alfredo Fuentes Roldán, y "Arte Ecuatoriano Tomo 11" de la Enciclopedia Salvat, se habla del lado más histórico de la leyenda, donde Cantuña es poseedor del tesoro de Atahualpa y con él ayuda a los padres franciscanos a realizar sus obras de construcción. El pacto que Cantuña hace con el diablo vendría a ser una forma de encubrir la procedencia del tesoro.

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